Detrás de los golpes: análisis de la violencia contra las mujeres en pandemia
La violencia física se encuentra dentro de lo más denunciado y consultado a través de las llamadas durante el confinamiento por la pandemia de covid-19 en América Latina. El hecho de que no esté unificada la manera de referirnos a este patrón, ni centralizada la manera de recoger y cuantificar las cifras, ensucia la información, recurso clave para generar políticas públicas eficaces que combatan este padecimiento que sufren las mujeres.
Texto: Malena Montes (Argentina)
El confinamiento en el hogar es la única estrategia para afrontar el virus de la covid-19 y, a su vez, el lugar más peligroso para las mujeres en situación de violencia por motivos de género. La violencia física es uno de los tipos más denunciados y consultados durante la cuarentena por la pandemia en América Latina. Se trata del padecimiento más notorio para la cultura y la justicia patriarcal porque es la que deja marcas, sin embargo, fue ocultada por muchos años bajo rótulos de “pasión” o “instinto natural” en los medios de comunicación, e incluso justificada por comunicadores que señalaban la vestimenta o la actitud de las víctimas.
La Ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres de Argentina la define como “la que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de maltrato o agresión que afecte su integridad física”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que una de cada tres mujeres a nivel global ha sido víctima de violencia física por parte de su pareja en algún momento de su vida.
Este tipo de violencia de género se encuentra incluído en la legislación de todos los países de América Latina, a excepción de Cuba. Según se desprende de los datos, en todos los países que disgregan las denuncias por tipo de violencia, hubo un aumento de la violencia física. Lideran Costa Rica y Guatemala, siendo los países donde más se padece este tipo de violencia, según el relevamiento de Violentadas en Cuarentena de denuncias y llamadas a las líneas de asesoramiento. Si bien en el resto de los países la violencia psicológica fue el tipo predominante, la física se mantuvo cerca, en segundo o tercer lugar, según el caso.
Río de Janeiro y Uruguay reportaron el doble de denuncias de violencia física a partir de la cuarentena; mientras que, en Perú las denuncias aumentaron un 809%, en Bolivia un 86% y en El Salvador, 74%. Por su parte, en República Dominicana, la violencia física pasó de ocupar el cuarto lugar de las denuncias en marzo, a ser el segundo tipo de violencia más denunciada en junio. En Chile predominó en segundo lugar, siendo marzo el peor mes, en coincidencia con el inicio de la cuarentena, el 18 de marzo. En Nicaragua no hay datos específicos de la cuarentena, pero en el último año, hasta junio 2020, registró un alza del 6%. En México y Venezuela, por último, advierten también un aumento de la violencia física, aunque sin cifras. En Colombia, casi la mitad de las llamadas de emergencia que se hicieron durante la cuarentena fueron por violencia física.
Por otra parte, donde se detectó un aumento mayor en las llamadas en relación a las denuncias fue en Argentina, Ecuador, Honduras, Paraguay y Puerto Rico. Al revisar los datos, queda en evidencia que cuando el registro de cifras se realiza desde el Estado, la información es más abarcativa, un recurso clave para poder desarrollar políticas públicas eficientes.
La organización Yo Sí Te Creo en Cuba comenzó a actuar desde el inicio de la pandemia alertadas por los organismos internacionales como ONU Mujeres, que anticiparon que el confinamiento por la covid-19 crea “condiciones idóneas para la violencia contra las mujeres y potencia la impunidad”. En esa línea, desde sus redes sociales y correo electrónico registraron un aumento de la violencia. Según indican, desde la apertura de su consejería telefónica el 27 de marzo, Yo Sí Te Creo en Cuba acompañó a 30 mujeres, de entre 18 y 70 años de edad, por violencia “física, psicológica, policial, sexual y un caso de violencia obstétrica”. Además, ha verificado la ocurrencia de “cuatro lamentables feminicidios”.
Distintas denominaciones
Por otro lado, la violencia física es un patrón que resulta difícil de analizar a nivel regional, ya que los países utilizan denominaciones distintas para definirlo, analizarlo y crear políticas.
En ese sentido, en las llamadas de emergencia de los distintos países, se habla, según el caso, de violencia física (Argentina, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Paraguay, Perú, República Dominicana), rencillas (Bolivia), violencia doméstica (Costa Rica, Honduras, Puerto Rico), violencia intrafamiliar (Colombia, Ecuador, Honduras), violencia Intrafamiliar conyugal (Colombia), violencia contra mujer (Colombia, México), violencia Intrafamiliar fraternal (Colombia), violencia feminicida (El Salvador), violencia familiar (México) o violencia de pareja (México).
En las denuncias, en cambio, refieren violencia física (Argentina, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Paraguay, Perú, República Dominicana), violencia familiar (Bolivia, Brasil), violencia intrafamiliar con daño físico (Chile), maltratos habituales en contexto de violencia intrafamiliar (Chile, República Dominicana), maltrato (Costa Rica), lesiones dolosas (México), o golpes, heridas y agresión física (República Dominicana).
El lenguaje utilizado refleja la ideología de las culturas; el hecho de que las violencias contra la mujer tengan denominaciones tan variadas obnubila las causas, consecuencias, contexto histórico, agresores y víctimas, que forman parte del entramado de la violencia de género, complicando la posible existencia de una solución para que las mujeres puedan vivir libre de violencias, como estipulan todos los países de la región en sus legislaciones.
El perfil de un violento latinoamericano
Otro punto que se observó es que en todos los países, prácticamente todos los violentos fueron parejas, ex parejas o conocidos de la víctima, un aspecto común en las violencias hacia las mujeres, pero que aumentó durante la pandemia. Para Liliana Hendel, psicóloga y periodista feminista, coordinadora de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG), “la pandemia hizo que recrudeciera la violencia en todos los países de Latinoamérica y en el mundo, básicamente porque una premisa fundamental de los violentos es aislar a sus víctimas”.
Por su parte, Mabel Bianco, médica feminista fundadora de FEIM (Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer), relaciona que la violencia física recrudeció, en parte, porque en la mayoría de los países “aumentó el consumo de alcohol, sobre todo en los varones y eso, sumado a la crisis económica, es un riesgo para el aumento de la violencia”.
Por último, el director de promoción de Masculinidades por la Igualdad de Argentina, Ariel Sánchez, considera que “lo que hace la pandemia es poner en evidencia que todas las personas somos frágiles en algún punto” y que eso, en la masculinidad, deviene en una “afectación identitaria cuando no podes ocupar el lugar de proveedor, temerario y super potente”. En ese sentido, advierte que el contexto “no los lleva hacia el cuestionamiento, sino a fortalecer aún más esos mandatos, lo que podría explicar, en parte, el recrudecimiento de la violencia”.
Repensar el mandato de la masculinidad es necesario para terminar con la violencia contra las mujeres; mientras siga habiendo masculinidad tóxica, es decir, buenos alumnos de lo que el patriarcado enseñó que hay que hacer con las mujeres, los femicidios y las violencias contra las mujeres no terminarán. Nuevamente, las políticas de estado para las masculinidades aparecen como una clave para construir varones empáticos y no violentos.
El avance de la derecha en la región
En el 2010, el abogado católico conservador argentino Jorge Scala lanzó un libro denominado “La ideología de género” y puso en palabras lo que un sector minoritario de la sociedad -y que después fue tomado por las elites- buscaba: el retorno conservador de los estados hacia un discurso moral y patriarcal configurado en la familia como unidad económica del sistema capitalista.
Así, en América Latina surgió la expresión “ideología de género” como categoría de acusación. Brasil creó la “Escuela sin partido”, un mecanismo para “sacar la doctrina de género” de las escuelas; en Colombia, los sectores conservadores acusaron al Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las FARC de ser portavoz de la “ideología de género”; en Bolivia, la ex presidenta de facto, Jeanine Áñez, aseguró en su autoproclamada asunción que “la Biblia vuelve al palacio”; en Chile, el Congreso acaba de rechazar la Ley de Educación Sexual Integral, bajo argumentos de “adoctrinamiento”; en Paraguay, el Gobierno de Mario Abdo Benítez prohibió textos que “promuevan la igualdad sexual”; en Perú y Ecuador, el movimiento “Con mis hijos no te metas” dice que la perspectiva de género pretende homosexualizar a los niños.
Incluso en Argentina y Uruguay, que cuentan con leyes de Educación Sexual y con un movimiento de mujeres y académicas feministas muy importante, también encuentran retrocesos con grupos reaccionarios en contra de la “ideología de género”.
La realidad es que la familia patriarcal en un contexto de confinamiento, y con una educación sexual que no encontró en la virtualidad ni siquiera el poco lugar que ya tenía, aumentó los índices de violencia hacia las mujeres en toda la región. El avance de los discursos morales que llegaron a los gobiernos que están administrando la pandemia no son ajenos al aumento de la violencia de género.
Un ejemplo es Brasil, con el líder más extremo, Jair Bolsonaro, quien se autopercibe como “defensor de la vida”, y es quien peor gestionó la pandemia del covid-19 en la región, es decir, quién menos cuidó la vida de sus ciudadanos, siendo uno de los países del mundo con más muertes por Covid-19 detrás de Estados Unidos, y la tercera nación con más contagios del planeta, después de India.
Por su parte, la antropóloga Rita Segato considera que “la presión desatada en todo el continente por demonizar y tornar punible lo que acuerdan en representar como “ideología de género” y el énfasis en la defensa del ideal de la familia como sujeto de derechos a cualquier costo” explica que “la cuestión de género es la piedra angular y eje de gravedad del edificio de todos los poderes”.
Fundamentalmente, es necesario observar con preocupación que los partidos políticos regionales busquen representar a estos sectores que rompen con el pacto democráctico que tanto costó a los países alcanzar tras las largas y sangrientas dictaduras que sufrieron.
Segato se pregunta en su libro “La guerra contra las mujeres”, por qué hay en latinoamérica un “retorno conservador al discurso moral” si no hubo una erosión de las bases de la acumulación capitalista, es decir, no hubo una modificación en los procesos de generación de riqueza que pueda generarle alguna alerta a las elites. La explicación, entonces, es que el avance de los derechos de las mujeres y movimiento LGBTQ+, “amenaza con corroer el fundamento de las relaciones de género”, lo que descubre que “el pilar, cimiento y pedagogía de todo poder es el patriarcado”.
En la misma línea que los expertos en masculinidades, Segato apunta que “aflora aquí el mandato de masculinidad como primera y permanente pedagogía de expropiación de valor y consiguiente dominación”, y considera que es rompiendo ese pacto de masculinidad la única manera que tenemos de terminar con las violencias hacia las mujeres.
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Las fuentes consultadas para la elaboración del video y de este texto son: Argentina: Oficina de Violencia Doméstica – Corte Suprema de la Nación. Bolivia: Fiscalía General Del Estado. Brasil: Ministério da Mulher, da Família e dos Direitos Humanos – Ouvidoria Nacional de Direitos Humanos – ONDH, o Disque Direitos Humanos – Disque 100. Chile: Carabineros de Chile y Policía de Investigaciones (PDI). Costa Rica: Ministerio Público (Poder Judicial de Costa Rica). Ecuador:Fiscalía General del Estado. El Salvador: Fiscalía General de la República. Guatemala: Ministerio Público. Honduras: Ministerio Público. México: Fiscalías de las 32 entidades. Paraguay: Denuncias derivadas de comisarías o sedes fiscales. Perú: Equipos Itinerantes de Emergencia (EUI). Puerto Rico: Por lo general las denuncias se presentan en los cuarteles de policía. Rep Dom: Procuraduría General de la República. Llamadas: Argentina: 144 / Bolivia: Linea nacional 800140348 y 11 lineas de Whatsapp de la FELCV / Brasil: 180 / Chile: Línea 1455 / Colombia: 155, Línea Púrpura/ Costa Rica: 911 / Cuba: (+)5355818918 Línea habilitada por la organización independiente Yo sí te creo Cuba / Ecuador: 911 / El Salvador: Línea 126 Busca Ayuda / Guat: 1572 / Hond: 911 / México: 911 / Nic: 118 / Par: 137 / Pto Rico: 1+ 787.722.2977 / Rep Dom: Línea Mujer *212 / Ur: 0800 4141 / 911